miércoles, 16 de febrero de 2011

DE TRASTO INSERVIBLE A CHACHA PARA TODO

Lo siento...hoy estoy inspirado y leyendo un artículo sobre el abuso que hacemos de los abuelos como chachas, me he puesto a escribir sobre nuestros mayores...un tema que me viene rondando la cabeza desde hace tiempo...mas aún viendo cómo trata la gente a sus mayores aquí, en Barcelona (por la calle he visto cada cosa que me quedo asustado).

La sociedad española cambia muchas de sus costumbres a pasos agigantados. Para bien o para mal.
Y esto lo comento hoy porque viene al hilo de la actualidad sobre las personas mayores...nuestras madres o abuelas.
Hasta hace poco más de una década la figura de los abuelos, especialmente de la abuela, era respetada y querida, y se integraba en todas las conversaciones y convivencias de la familia. Nunca se renegaba de ella ni se la veía como un trasto inútil.

Con los cambios en nuestra sociedad desde los 80, las prisas, la importancia de las vacaciones y la comodidad de vivir tranquilos sin cargas, comenzamos a ver a los abuelos como un trasto inútil, un incordio, algo engorroso que nos sobra en casa, que nos amarga las vacaciones, que no sirve ni para limpiar y que representa una carga de la que hay que ir pensando cómo desprenderse.
Empiezan a multiplicarse las residencias de ancianos, muchas creadas con pocos escrúpulos y con ansias de hacer negocio, y de repente la abuela, ese trasto que no tenía ninguna función en casa, acaba siendo 'internada' en una especie de motel lleno de desconocidos, donde acaba sus días para siempre comiendo alimentos low-cost, lejos de la familia, y con el corazón encharcado en tristeza.
Mientras tanto su familia vive más tranquila y piensa que la abuela se lo está pasando pipa con bailes y comiendo sin cocinar. Nacen los 'Auschwitz' de la tercera edad, una solución nada barata pero muy cómoda para desprenderse de quien nos dió la vida, de quien se quitó comida de la boca para que pudiéramos comer, de quien estuvo noches desvelada cuando estábamos enfermos y de quien nos dió sonrisas, calor, abrazos y vida cuando lo necesitábamos.

Todavía fue peor otra opción, puesta en práctica por los más desalmados, y se trató del 'abandono en gasolineras'. Fue realmente triste, muy triste, ver en las noticias que señoras mayores iban al servicio en las gasolineras cuando su familia paraba el coche para repostar, y al salir ya no estaban. Lo hacían especialmente quienes tenían madres incapaces de acordarse de dónde vivían o de los apellidos de sus hijos.
Imaginaos por un momento la situación a ojos de esa persona: sale del servicio y ya no ve a su familia, y extrañada busca el coche y no lo encuentra. Lo primero que piensa, en su inocencia, es que se han olvidado de ella. Pero pasan las horas y los de la gasolinera tienen que llamar a la policía, con lo que la señora acaba en una comisaría en espera de una solución...y mientras pasan las horas se da cuenta de la cruda realidad, que no quiere creer que sea posible: aquellos por los que dió todo, la acaban de eliminar de su vida de la forma más inhumana, zafia y desagradecida posible.
Estos casos supusieron un escándalo social, pero no cambiaron la forma en que los españoles seguían viendo a sus mayores: un estorbo inútil que ya cumplió su función en la vida. Triste papel asignado a quienes lucharon por nosotros en los peores años de nuestra historia: ellos han pasado por guerras, por posguerra y hambruna, y por dictadura, y lo resistieron todo. Son supervivientes, no unas momias sin sentido.

Y ahora, comenzado el siglo XXI, nuestro comportamiento sigue siendo igual de desagradecido con ellos. Ahora ha llegado el turno de sacarles provecho, de que cumplan un papel para el que nos mostramos incapaces: de padres, de criados de nuestros hijos.
Ahora es cuando se les está viendo una utilidad, y no puede ser más mezquina: ahorrarnos niñeras y liberarnos de la 'pérdida de tiempo' que supone cuidar de nuestros hijos.
Ahora nuestra madre/abuela ha pasado a ser la empleada de hogar:
- los hijos solteros en edad de independizarse no lo hacen porque la tienen a ella de lavandera y cocinera.
- los hijos independizados que viven solos, la siguen teniendo de lavandera y cocinera, y además, de fuente de ingresos extra.
- los hijos que se han casado y tienen niños, la tienen de 'niñera por imposición'...normalmente nunca le preguntan si le pueden llevar a los niños...directamente se los llevan pensando 'así se entretiene con ellos y podemos estar solos'. Es un pensamiento egoista y una acción que además nunca agradecen...porque jamás se llevan a esa madre/abuela de cena, jamás le hacen un regalo en condiciones, jamás le dan ese afecto que ella sin embargo nos ha dado a nosotros y a nuestros hijos.

Según la prensa, el Teléfono de la Esperanza empieza a recibir llamadas de abuelos que se ven desbordados y se sienten esclavizados por sus hijos. Llevan a los nietos al colegio, luego los tienen que recoger, darles de comer y de merendar, llevarles al médico y un largo etc. Una vez jubilados deberían estar disfrutando de la vida, pero acaban trabajando para sus hijos hasta el fin de sus días.

La madre/abuela que sea capaz de seguir cocinando, lavando o cuidando de sus nietos, ya no acaba con sus huesos en un motel de tercera edad....al menos hasta que demuestre incapacidad para seguir trabajando, o que tenga una enfermedad.
Somos unos vampiros del siglo XXI, sacamos el jugo a nuestros mayores, todo el jugo que podemos, olvidando todo lo que ellos han hecho por nosotros.
Porque por muy malos que hayan llegado a ser, en algún momento de su vida fuimos su ojito derecho, nos dieron amor, nos abrazaron cuando llorábamos, nos animaron cuando estábamos tristes, sufrieron nuestras depresiones y nuestros trastornos de adolescencia, les dimos mas de un dolor de cabeza, les hicimos sentirse orgullosos...o pasar vergüenza, tuvieron una paciencia infinita con nuestros caprichos y enfermedades, soportaron nuestras vomiteras y nuestros males, pasaron noches en vela cuando no llegábamos a la hora indicada, nos alimentaron y educaron de la mejor forma que sabían hacer.
Nuestros mayores son parte indispensable e indisoluble de nuestra vida.
No podemos borrarles de ella de un plumazo.
No podemos cargarles a ellos nuestra incapacidad para vivir por nuestra cuenta.
Y sobretodo, no podemos ser unos desagradecidos y unos seres sin alma ni corazón.
Ni es justo, ni es el precio que deben pagar por toda una vida dedicada a nosotros.

Es el momento de decirles que les quieres, si así lo sientes.
Es el momento de saber agradecerles lo que han hecho por ti. Porque eres quien eres gracias a ellos.
Un día tu madre o tu padre, o el que más quieras de los dos, no estará...y lo sientas realmente o no, habrás perdido con su marcha toda una parte de tu vida. Tu alma se quedará coja, tu vida incompleta, y tus lazos con tu propio pasado se reducirán a fotografías y a borrosos recuerdos.
Dicen que en la vida no sabemos lo que perdemos hasta que ya lo hemos perdido. Pasa con los amores y pasa también con nuestros seres queridos.
Aún estamos a tiempo de tratarles como se merecen, y sobretodo a recapacitar nuestra forma de comportarnos con ellos, y, con toda la sinceridad del mundo y sin falsedades innecesarias, decirles, si así lo sentimos, que a pesar de los disgustos, discusiones y desacuerdos que hayamos tenido, ninguno de los dos somos perfectos...y que les queremos.
Si de verdad lo sientes, díselo.
Nunca es tarde para decir cuánto quieres a una persona y cuánto valoras su aportación a tu vida. Pero con nuestros mayores, sí puede que sea tarde si no encuentras nunca el momento.
Desgraciadamente ya no tengo abuelas, y una de ellas se me murió sin poder llegar a decirle cuánto la quería (la otra era un demonio).
No quiero ni pensar en el día en que ya no exista mi madre, por muchas diferencias que tengamos. Igual que me dió tardes de discusiones sin fin y de no comprenderme, también me dió su abnegada dedicación cuando estaba enfermo, cuando estaba depresivo, cuando no tenía amigos. Y mi madre fue capaz de darme los mejores alimentos para luego ella comer a escondidas las sobras en la cocina. Mi madre aprendió de la suya a darlo todo por los hijos...y desgraciadamente perdió a dos. Así que con más razones no pasan dos días sin que la llame...y aunque casi siempre se despide con un 'te quiero' al que no respondo, la quiero con toda mi alma, y me caen ríos de lágrimas si pienso en el día que ya no la tenga.
Por favor...cuidemos a nuestros mayores, démosles al menos una décima parte del tiempo y del cariño que nos han dedicado, y digámosles lo que en realidad sentimos por ellos ahora que estamos a tiempo.
No son un estorbo.
No son nuestros esclavos.
Son nuestra sangre y nuestro ser...y si estamos aquí, escribiendo y leyendo esto, es gracias a ellos.
Qué menos que reflexionar sobre esto y tratar de ser justos con ellos en los años que les queden por delante.