martes, 7 de octubre de 2008

EL REGRESO DEL PROFE

Hoy ha sido mi primer día de clase en la que es mi segunda temporada en Ibn Batuta.
Para ser fiel a la costumbre, no me preparé nada.
No estuve tan nervioso como en aquella primera clase de la primavera pasada, con aquellas 80 pupilas de diferentes países clavadas en mi, pero aun así se me ha hecho eterna y me quedé sin tema de conversación a los 40 minutos.
Hacía un calor de morirse, y tuve que improvisar otros 30 minutos mas.

De entre los veintipico de alumnos (unos 27 he calculado después), sólo dos que habían estado en el curso anterior...mis niños nigerianos, Dennis y Precious, el revoltoso y el inteligente.
El resto, gente con una media de edad mucho mas joven que la anterior temporada. Por supuesto algunos dignos de calendario, pero son mis alumnos.

Hoy pensé que si alguna vez me hubiera planteado qué hago yo en Barcelona, por qué sigo aquí, una razón convincente habría sido esta experiencia.
Cuando hoy más de la mitad de la clase se vino a estrecharme la mano nada más acabar, y algunos incluso se la llevaban al pecho (si, mi mano, en señal de gratitud de corazón), me emocioné. Sigo sin creerme cómo un trabajo tan mal preparado (el de la primera clase) puede ser reconocido de esa forma.

Afortunadamente nunca me he preguntado qué hago yo en Barcelona, porque sé que cuando me hago esa pregunta existencial sobre el sitio en el que estoy viviendo o el trabajo que estoy desempeñando o la relación afectiva que tenga, significa que es momento de abandonar el barco.
Si me hago esa pregunta, es señal de que sobro de alguna forma y he de levantar el vuelo hacia otra ciudad o trabajo o relación afectiva.

Afortunadamente, aunque los catalanes me han dado razones para ello, nunca he tenido que preguntarme qué hago aquí.
Al contrario, cuanto más enemigos de la libertad me echo a la cara, más hundo mis raices aquí...más necesario me siento, para darles a todos la mayor de las bofetadas: ser una voz discordante y un revientargumentos.

Gracias a cosas como las clases con 'mis niños', sus miradas, sus gestos de aprobación, y gracias a otras pequeñas y aisladas cosas que aprendo a disfrutar aquí, puedo tirar p'alante sin necesidad de plantearme ni reflexionar nada.

Ahora ando metido en la búsqueda de nuevo hogar...una habitación en un piso compartido, o uno de 2 dormitorios donde yo pueda decidir quién entra. Lo que he visto me ha parecido vergonzosamente caro, y con uno de ellos creo que intentaban estafarme, pero soy demasiado espabilao como para que consigan engañarme.

Los pobres resultados me desmoralizan, y dejar este piso maravilloso aún más...porque sé que nada me va a gustar comparado con lo que ya tengo.

Pero bueno...es una etapa mas...y será mi cuarto cambio de domicilio en Barcelona...de la semana que pasé con David en la calle Picalquers pasé a 3 meses con la madre de Álex en Les Corts (calle Ecuador, primer cambio), luego me fuí 5 meses con la megamórbida y el prostituto a Sagrada Familia (calle Provenza, segundo cambio) y de allí a donde estoy ahora, calle Reina Amalia (tercer cambio), con Roger, el profe de yoga cuarentón que representa en todos los sentidos el hombre perfecto para Manué.
La verdad es que cuando me cambie lo voy a echar mucho de menos...ahora mismo me ha llamado a la cocina para que pruebe su 'leche dorada' ('¡Manueel..¿quieres probar la leche dorada?!') y yo entre carcajadas he ido a la cocina a probar el experimento, que no es mas que una receta milenaria hindú.
Roger es como un hermano que nunca tuve...el hermano bueno (que además está bueno), del que te encanta escuchar su risa, sus explicaciones, disfrutar su mirada de niño dulce..y que tiene una personalidad diferente...que lo mismo se cuelga bocabajo de una viga con un cinturón, que oye susurrante música celestial, cocina comitrajos vegetarianos de aspecto terrible o se pone un gorro de lana con 24 grados porque ha cogido resfriado.

En fin...comienza otra etapa más en Barcelona, nuevas clases, nueva búsqueda de casa y quien sabe qué aventuras urbanas.

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