martes, 14 de octubre de 2008

LA LECCIÓN APRENDIDA

Decía José Martí, político y escritor cubano del XIX, que 'la gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura, y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes'.
Y es cierto.
Todos hemos podido comprobar cómo la hospitalidad o la gratitud son dones que brillan por su ausencia entre quienes más tienen, y abundan sin reparo entre los que menos atesoran.
Un simple concurso de televisión, en el que la gente más pobre de Rusia abre las puertas de su hogar a unos desconocidos (y maleducados) españoles, mientras que las que tienen mejores chalets se niegan a cal y canto, sirve para demostrarlo.

Pero no sólo eso...en una asociación de inmigrantes, la más influyente de Barcelona, los mandamases y los que llevan mas tiempo ni siquiera te saludan, mucho menos te dan muestra de gratitud por tu voluntariado. Los alumnos, los más humildes que podáis imaginar, se deshacen cada tarde en elogios, agradecimientos, miradas de satisfacción e invitaciones honestas.
Ellos salen cada tarde con una nueva lección aprendida, pero al mismo tiempo enseñan a quienes no quieren verlo una lección todavía mucho más hermosa e importante: la de la bondad.

La humildad y la honestidad son dones que valoro desde pequeño en los demás, y pieza básica entre los detalles que incitan a Manué a considerar a un amigo como tal, o a una persona como portadora de calidad humana.
Hoy, están en vías de extinción. Pero pequeños gestos como éstos te hacen recordar quiénes merecen la pena en la gran maraña de devastación que ha creado el ser humano sobre la tierra.
Mientras a la gran mayoría se les ha evaporado el alma, otros, afortunadamente, te lo sirven en bandeja.

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