El pasado martes (anteayer) comencé una nueva temporada del curso de castellano para inmigrantes. Curiosamente días antes, el 8, se había cumplido un año desde que diera mi primera clase como profesor en toda mi vida. Desde entonces, no he faltado a mi cita con la asociación de inmigrantes y con 'mis niños'.
El martes, se batieron todos los récords en mi clase....37 personas sentadas y al menos 8 llegaron a estar de pié (algunas se tuvieron que marchar). Había gente de todos los orígenes posibles...Filipinas, Pakistán, Camerún, Blangladesh, Afganistán, Marruecos, India...y una rusa, un italiano y un australiano, que no sé qué pintaban allí...sobretodo el australiano, que flipaba en colores viéndose rodeado de medio continente asiático.
La rusa, de un blanco lechoso, desentonaba entre tanta piel achocolatada.
El caso es que volví a la rutina de las clases, de las ochenta pupilas clavadas en mi, de las personas dispuestas a absorber toda la información posible. Algunos de ellos repetían de la anterior temporada, a pesar de que ya saben mas castellano...pero me consta que vienen a mi clase porque me tienen aprecio. Algunos para mi son ya algo mas que alumnos, son como familiares a los que me alegro de ver por la calle y charlar un rato.
Hay muchísimos tópicos sobre los arabes o sobre los indoasiáticos...pero creo que el que menos conoce la gente es su capacidad de agradecer. No me he encontrado con personas más agradecidas y gentiles en toda mi vida.
Cada vez que acaba una clase, me dan las gracias..¡a mi!...¿os habéis parado a pensar cuantos miles de profesores sólo en España acaban su dura jornada sin que nadie les de ni tan siquiera las gracias? como mucho agradecerán no haber acabado magullados.
Yo, en cambio, tengo cada día un muestrario de sonrisas de satisfacción, agradecimientos y manos que chocar. Y les sale del alma.
Pero su agradecimiento no acaba ahí.
Ahora viene lo que a mi me da mas reparo, debido a la humildad y sentido de la vergüenza, ambos heredados de mi madre.
Si me ven por la calle, aparte de llamarme incansablemente hasta que me doy por aludido, me estrechan la mano, me sonríen, y me quieren invitar sieeeeempre a tomar algo.
Para algunas culturas como la de India-Pakistán, rechazar esta invitación es un menosprecio...y sin embargo he tenido que rechazarlas todas, o bien porque iba con prisa o bien porque en el fondo me da un apuro tremendo. No soy nadie para que ellos me quieran invitar..
He pensado que ya he rechazado muchas y que la próxima aceptaré. Para ellos la figura del profesor es muy importante, y además para casi todos, el profesor es el primer contacto 'nacional' que tienen aquí, porque desde que llegan se rodean de los de su país. Por eso tu eres como su primer brazo de apoyo, su primer paso dentro de una sociedad diferente...y te valoran como si fueras un párroco o un imán.
Si solo fuera café....
el viernes santo por la noche, tras ver las procesiones de Barcelona, reparo en un pequeño restaurante hindú que no conocía, con el menú en la puerta y mi estómago rugiendo. Mientras leo el menú, sale el camarero y yo lo miro de reojo, para inmediatamente abrir los ojos como platos: era un ex-alumno.
Supuse que el negocio era de la familia, así que entré para 'hacerle un gasto' y así ayudarle.
La comida estaba deliciosa, y cuando fui a pagar, me dijo que ese día yo no tenía que pagar. ¡Dios mío qué corte!...le insistí que no y no, pero se cruzaba de brazos.
Le pedí que me diera una tarjeta para volver otro día con más gente y hacerle gasto de verdad, y al dármela vi en ella su nombre como propietario.
Le di las gracias por todo y me marché de allí con un regusto agridulce, porque la comida estaba buena pero lo malo es que no me gusta que me hagan estas cosas, siento una especie de pudor, de rubor, de vergüenza, de mal rato. Para algunas cosas como esta, soy demasiado sencillo. Sé que hay gente que no habría puesto ni una pega, pero yo no soy así.
Y hoy...cuando iba despistado por la calle desde un banco hacia un supermercado, también en mi barrio, paso por delante de una frutería amplia y al mirar adentro de refilón siento que alguien me saluda con la mano. Me freno para mirar mejor y es ooootro alumno, además uno que tiene cara de galán de cine, lindísimo. Me hace señas para que entre. Accedo a la frutería y veo otros dos señores, estos cuarentones, tras los mostradores. Me dice que son sus hermanos, y éstos me miran de reojo como pensando 'qué pinta gay tiene el profe de mi hermano'.
Les doy la mano a todos y le digo al chico que me voy, e inmediatamente me señala las cajas de frutas y verduras en un gesto que invitaba a coger lo que quisiera. ¡¡Ahhhhggg que vergüenza!! le dije que no y que no, y uno de sus hermanos me dijo en castellano 'acepta'.
El chico me metió en la bolsa unas manzanas, puñados de judías verdes, naranjas, todo lo que pillaba a mano, hasta que le dije basta. Me entregó la bolsa con una sonrisa de satisfacción como el que hace una ofrenda a un Dios.
Les di las gracias y salí de allí rojo como un tomate.
No necesito estas muestras de aprecio, este sentimiento como de estar en deuda conmigo, pero no hacen más que demostrar la grandeza de las personas que pasan por mi clase. Son probablemente los que más motivos tienen en Barcelona para estar amargados (sin papeles, malviviendo en habitaciones de tropecientas literas, sin comprarse ropa, sin poder mandar dinero a casa, cambiandose de acera cuando ven a la policía, sin derecho a médico de cabecera, etc etc etc etc etc) y sin embargo, te abren su corazón y te llenan con su sonrisa. Y si pueden, te dan todo lo que tienen.
Es por esto mismo por lo que no puedo entender ni entenderé nunca que exista gente racista, arabófoba, xenófoba o 'clasista'. Nunca jamás he aceptado, desde que era pequeño, comentarios racistas en mi entorno...y tuve ulcerantes discusiones en casa por este tema con la arabófoba de mi hermana. Pero es que a día de hoy...aún soy capaz de aceptar menos. Al mínimo comentario no ya claramente racista sino que me haga intuir esa falta de sensibilidad en los demás, corto por lo sano. En mi vida no caben personas sin corazón.
He tenido que soportar incluso que un inmigrante rumano clasista desprecie ante mis narices a la gente de Pakistán o de India, y que los meta a todos en el mismo saco. Más le valdría a muchos limpiarse los mocos, recordar de dónde salieron, y meterse la lengua en el culo.
Cuanto más dinero y más comodidades, peor se vuelve la gente, más insensible.
Por fortuna, me rodeo de muchísima gente que...talvez no tengan donde caerse muertos, pero tienen un corazón tan grande que cualquier comparación resulta descabellada.
Ellos aprenden de mi pero yo aprendo mucho más de ellos.
Yo enseño una lección de castellano, les preparo para la sociedad que se van a encontrar...
pero ellos me enseñan a mí una lección mucho más hermosa y útil...
la de la sencillez, la humildad y el corazón.
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2 comentarios:
Hola.
Te leo de vez en cuando y quiero invitarte a leer mi blog que sólo es para invitados pero para ello necesito inroducir tu e-mail, que no veo por ninguna parte. Si quieres me lo puedes enviar a millangato@gmail.com
¡Saludos!
Muuuchas gracias por leerme, Millán.
Por supuesto que te enviaré mi dirección de e-mail y que me pasaré a echar un vistazo por tu blog.
Un saludo desde Barcelona
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